lunes, 23 de mayo de 2011

Libros y autores


BookCamp, encuentro en Barcelona




Del 24 al 26 de marzo tendrá lugar en Barcelona el segundo BookCamp, coincidiendo con la edición 2011 de Kosmopolis. La Festa de la Literatura Amplificada. Según los organizadores:

El BookCamp Kosmopolis es un encuentro informal en el que los participantes eligen los temas de los que quieren hablar. La primera edición, el pasado octubre, fue todo un éxito; ahora llega la segunda edición coincidiendo con Kosmopolis. La Fiesta de la Literatura Amplificada. Si eres editor, bibliotecario, diseñador, lector o escritor, si te gusta la literatura y tienes interés en la dramaturgia, las vanguardias literarias, el spoken word o el slam, ahora tienes la oportunidad de proponer una sesión de trabajo o de debate en torno a estos temas o cualquier otro que tenga relación con las letras. Porque el BookCamp Kosmopolis lo haces tú: tú eliges el tema, tú coordinas el debate; tú participas y descubres nuevas ideas; tú compartes y aprendes.

Entre la veintena de sesiones previstas se encuentran:

estrategias para ser leídos

debate sobre nuevas iniciativas para compartir contenidos digitales (PirateBox y BookLiberator)

derechos del lector digital

social publishing

DRM

clubs de lectura por línea

libros de artista

hacia un futuro sin libros en las bibliotecas ,etc




Por presión popular comento lo que se dijo en la jornada Los retos del negocio editorial, organizada por Expansión, que reflejé en un post anterior: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”.
Los editores están al menos diagnosticando bien sus problemas. Ven que es inviable mantener el mismo modelo de negocio. Y claro: les parece “inconveniente” la entrada de players como Telefónica, Apple o Google, pero ¿qué van a hacer?.
No tienen soluciones, o las que ven son un espejismo: poner la esperanza en esos “nuevos contenidos atractivos que hasta ahora el libro tradicional no podía incorporar” (Edhasa) lleva a los editores a un nuevo terreno, el de la producción multimedia (animaciones, videos, etc.), carísimo y en el que los editores no tienen know how. Ya vivimos esa misma situación cuando los CD-ROMS en los 90, y sabemos cómo acaba. Además estos libros aumentados suelen ser inútiles y decepcionantes.
Dicen que el libro electrónico no debe entenderse como “la mera transcripción tecnológica de un contenido creado y pensado para otro soporte y otros clientes” (Planeta). ¡Claro que no!: tiene que ser la buena transcripción tecnológica (¡no esos epub llenos de errores!) de un contenido creado y pensado para el lector. Punto. Aunque (sigue Planeta) de prolongarse esta situación, “venderemos el mismo contenido a precios distintos y se quedarán con el más barato”. Sorprende ver esta falta de confianza en su producto tradicional, el buen libro de papel: lo que ocurrirá es que venderán el mismo contenido en varios formatos, y se seguirán vendiendo muchos libros de papel (auque quizás no tantos como ellos querrían…).
Sí: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”. El español ha sido una barrera de entrada, pero ya están ahí Google Ebookstore, Amazon a punto, desembarco generalizado de editoras bajo demanda (Palibrio y Xinxii), … En la lista LUN: lengua, uso y norma Silvia Senz ha planteado crudamente la cuestión: La “lengua común”, ¿salvaguarda de la industria editorial catalano-española? Una muestra:
Basta que núcleos de producción editorial tradicionales como México o Argentina recuperen lo bastante su industria para que lo que sale de España no llegue allí. [...] Basta, pues, con que Apple, Google y otros “monstruos” llegados de lejanas tierras imiten la iniciativa de los “publishers” norteamericanos, contraten los derechos de publicación (de obras originales en castellano o de traduciones al castellano) para diversos países, creando su red mundial de colaboradores (traductores, correctores, adaptadores…) y produzcan así sus propias localizaciones para comerse casi enterito ese pastel idiomático que la federación española de gremios editoriales, creyéndose (ingenua y cínicamente) propietaria del idioma, cree conservar.
Hoy por hoy los editores en papel, secundados por los agentes y con la complicidad implícita de autores y derechohabientes extranjeros, detentan los derechos digitales de los libros cuyos derechos impresos poseen. Es decir: el editor X publica la novela Y en papel y la agente sólo venderá los derechos digitales de Y al mismo X. Luego Y puede (y suele) hacerle poco caso al canal digital: su negocio está en otra parte. Pero esto puede cambiar, por ejemplo, cuando los propietarios extranjeros de los derechos se pregunten cómo están obteniendo rendimientos digitales tan malos por sus libros. El troceo de los derechos en una lengua por países o zonas (derechos en español para Argentina, o México, o para América Latina, o para España, vendidos separadamente), que hasta ahora ha sido una  estrategia de los propietarios y sus agentes para sacar más dinero a los libros tradicionales, no tiene ningún sentido en el mundo digital, y desaparecerá; en el nuevo mercado realmente global habrá una ventana para editores arriesgados en español, vengan de donde vinieren.
Mientras tanto, y en lo que atañe a libros en papel, seguimos en un sector con malainformación comercial, mala información a los clientes, con libros convertidos en uncocktail de datos y con una estructura de distribución que a nadie satisface (ni a clientes ni a vendedores).
La solución debería ser doble: por una parte mejorar el circuito del libro de papel, y sus correlatos de información digital, para conservar en buen estado ese precioso nicho, en vez de defraudar al comprador y enervar al librero. Por otra crear una oferta amplia, barata y de calidad de libros electrónicos. Ninguna de las dos interesa a quienes ya ocupan mesas de novedades en las librerías, y saben que van a seguir haciéndolo. Ambas interesan a todos los demas.

Libros multimodales

Por presión popular comento lo que se dijo en la jornada Los retos del negocio editorial, organizada por Expansión, que reflejé en un post anterior: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”.
Los editores están al menos diagnosticando bien sus problemas. Ven que es inviable mantener el mismo modelo de negocio. Y claro: les parece “inconveniente” la entrada de players como Telefónica, Apple o Google, pero ¿qué van a hacer?.
No tienen soluciones, o las que ven son un espejismo: poner la esperanza en esos “nuevos contenidos atractivos que hasta ahora el libro tradicional no podía incorporar” (Edhasa) lleva a los editores a un nuevo terreno, el de la producción multimedia (animaciones, videos, etc.), carísimo y en el que los editores no tienen know how. Ya vivimos esa misma situación cuando los CD-ROMS en los 90, y sabemos cómo acaba. Además estos libros aumentados suelen ser inútiles y decepcionantes.
Dicen que el libro electrónico no debe entenderse como “la mera transcripción tecnológica de un contenido creado y pensado para otro soporte y otros clientes” (Planeta). ¡Claro que no!: tiene que ser la buena transcripción tecnológica (¡no esos epub llenos de errores!) de un contenido creado y pensado para el lector. Punto. Aunque (sigue Planeta) de prolongarse esta situación, “venderemos el mismo contenido a precios distintos y se quedarán con el más barato”. Sorprende ver esta falta de confianza en su producto tradicional, el buen libro de papel: lo que ocurrirá es que venderán el mismo contenido en varios formatos, y se seguirán vendiendo muchos libros de papel (auque quizás no tantos como ellos querrían…).
Sí: “Si editaramos en inglés, ya estaríamos muertos”. El español ha sido una barrera de entrada, pero ya están ahí Google Ebookstore, Amazon a punto, desembarco generalizado de editoras bajo demanda (Palibrio y Xinxii), … En la lista LUN: lengua, uso y norma Silvia Senz ha planteado crudamente la cuestión: La “lengua común”, ¿salvaguarda de la industria editorial catalano-española? Una muestra:
Basta que núcleos de producción editorial tradicionales como México o Argentina recuperen lo bastante su industria para que lo que sale de España no llegue allí. [...] Basta, pues, con que Apple, Google y otros “monstruos” llegados de lejanas tierras imiten la iniciativa de los “publishers” norteamericanos, contraten los derechos de publicación (de obras originales en castellano o de traduciones al castellano) para diversos países, creando su red mundial de colaboradores (traductores, correctores, adaptadores…) y produzcan así sus propias localizaciones para comerse casi enterito ese pastel idiomático que la federación española de gremios editoriales, creyéndose (ingenua y cínicamente) propietaria del idioma, cree conservar.
Hoy por hoy los editores en papel, secundados por los agentes y con la complicidad implícita de autores y derechohabientes extranjeros, detentan los derechos digitales de los libros cuyos derechos impresos poseen. Es decir: el editor X publica la novela Y en papel y la agente sólo venderá los derechos digitales de Y al mismo X. Luego Y puede (y suele) hacerle poco caso al canal digital: su negocio está en otra parte. Pero esto puede cambiar, por ejemplo, cuando los propietarios extranjeros de los derechos se pregunten cómo están obteniendo rendimientos digitales tan malos por sus libros. El troceo de los derechos en una lengua por países o zonas (derechos en español para Argentina, o México, o para América Latina, o para España, vendidos separadamente), que hasta ahora ha sido una  estrategia de los propietarios y sus agentes para sacar más dinero a los libros tradicionales, no tiene ningún sentido en el mundo digital, y desaparecerá; en el nuevo mercado realmente global habrá una ventana para editores arriesgados en español, vengan de donde vinieren.
Mientras tanto, y en lo que atañe a libros en papel, seguimos en un sector con malainformación comercial, mala información a los clientes, con libros convertidos en uncocktail de datos y con una estructura de distribución que a nadie satisface (ni a clientes ni a vendedores).
La solución debería ser doble: por una parte mejorar el circuito del libro de papel, y sus correlatos de información digital, para conservar en buen estado ese precioso nicho, en vez de defraudar al comprador y enervar al librero. Por otra crear una oferta amplia, barata y de calidad de libros electrónicos. Ninguna de las dos interesa a quienes ya ocupan mesas de novedades en las librerías, y saben que van a seguir haciéndolo. Ambas interesan a todos los demas.

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